Lucía Peluffo, volver a jugar



Lucía es diseñadora industrial (UBA) y estudió fotografía con Jimena Salvatierra, Lena Szankay, Diego Ortiz Mugica, Julieta Escardó, Agustina Triquell, en Proyecto Imaginario, y en los laboratorios de Paris Ateliers (Francia). Junto a Nicolás Vischi, fundó el estudio MORSA. Trabaja como diseñadora y fotógrafa freelance, y da clases de laboratorio analógico blanco y negro. En 30 Fotogramas presenta “Isabel”, una serie seleccionada por Le Creative Image Lab a participar de una muestra colectiva, dentro del programa del festival Voies Off, en el marco de los Rencontres de la Photographie d’Arles, Francia. En ella, cuenta la historia de un territorio fantástico, de un viaje imaginario, de un nuevo mundo: el que se crea cuando Lucía e Isabel, juegan. 

¿De qué se trata Isabel?
Isabel es el nombre de mi sobrina, ahora tiene 6 años. Empecé este proyecto cuando ella tenía 3 años. Las fotos las hago en la casa donde crecí, vamos todos en familia todos los fines de semana. Cuando ella era chiquita pensaba que yo era como ella, decía: “Lulú es chiquita como yo” y yo le preguntaba: “¿Y cuántos años tengo?”, “5” me respondía. Veía una diferencia de tamaño, como que tenía que ser un poco más grande pero no me concebía como un adulto. Me permitía recorrer tanto ese espacio físico como el temporal de la infancia de mi casa de nuevo, de alguna manera. Cuando nosotras estábamos juntas había como una pérdida del tiempo, entonces empecé a sacar fotos cuando jugábamos. La cámara analógica ayudó mucho porque era como un juguete más. Era mi juguete. La incorporaba cuando sentía que la podía incorporar, si no no. El proyecto me llevó tres años y medio, no tengo tantas fotos y la veo todos los fines de semana. Era realmente cuando yo creía que no iba a dañar el momento. Después había algo que le faltaba al proyecto. Para mí, es haberme permitido volver a recorrer el mundo infantil, era como nuestro mundo que ocurre en su espacio y tiempo. Sentía que me quedaba bastante trunco entonces agarré los juguetes pero no quería hacer un registro documental. Los juguetes, que eran míos pero que ahora son de ella, se mantuvieron en esa casa. Los llevé al laboratorio, el primer registro era como quieto, pero lo sentía como duro, y después empecé a jugar mientras exponía el papel. Generó esas figuras en movimiento que no se terminan de identificar, me permitió volver a jugar en un espacio mío de hoy en día de otra manera, sola. Quedaron esas imágenes para el recuerdo y a la vez el registro de la animación del objeto inanimado, como los niños. Fue otra herramienta que incorporé al proyecto. Después de eso seguía faltándome la casa. Como otra manera de jugar, le di una cámara a ella cuando tenía 4 años, de formato medio. Todas las fotos cuadradas son de ella, las de formato medio son mías. Al principio disparaba, me traía la cámara y yo le pasaba el rollo y se la devolvía pero llegó un momento que ya no le expliqué más, ella sacaba. Por ahí sacaba una foto por fin de semana. Por ahí faltaba una para exponer y le decía: “Dale, sacá”, y ella: “No, no quiero más” -risas-. Para mí también fue una lección de tiempo, de manejo de la ansiedad. Era su cámara y sacaba cuando ella quería. En dos años sacó tres rollos, cuatro. La cámara siempre estaba ahí. Ni siquiera salieron todos los negativos expuestos pero lo que me fui dando cuenta es que ella lograba mostrarme la casa como iba con el proyecto, como yo recordaba o anhelaba tener. Son fotos re importantes, con copias más grandes que las mías. La imagen del proyecto, la mejor, la que todo el mundo me dice sin saber que las cuadradas son de ella y las rectangulares son las mías es una que sacó ella. Eso me parece espectacular. Siento que es un logro del proyecto. Al mismo tiempo empecé a registrar los sonidos, nuestras conversaciones cuando jugábamos, dejaba el teléfono grabando. Así tengo horas y horas de registro. Era cuestión de desgrabarlas, editarlas y en la sala hay más de 16 minutos de audio. Quería que tuviera video, me compré una cámara el Súper 8, que no pertenece a mi época tampoco, un cartucho y grabé solo ese cartucho con una cámara que ni siquiera sabía si funcionaba en la misma manera de operar. Dura lo que dura la película, no está editada y es eso. Hay cosas que quizás sacaría pero la idea era no agregarle, dejarlo en ese juego. Esos son los elementos de la muestra.


Muestra: Podés visitar Isabel en 30 Fotogramas, la exposición colectiva de artistas permanecerá abierta hasta el 26 de septiembre en el Centro Cultural Rada Tilly.

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