Armos Moreno, Rock Patagónico


No está solo pero fue el primero. Desde los 70 Armos vincula la escena musical patagónica. Graba, compila, produce, vincula, apoya. Rodeado de discos, vinilos, proyectos, cuadros, lo visitamos en un lugar icónico para el rock regional: su casa en Cañadón Seco. 

Armos no sabe cuántas bandas hay en La Patagonia y no puede adivinar. Dice que seguro son muchas y calcula 100 o 150 solo en Comodoro Rivadavia. No es fácil. Algunas no tocan nunca, tuvieron un par de fechas en tres años o directamente no salen de la sala de ensayo. Muchas se fueron, muchas se quedaron, muchas no existen más. 
De chico lo echaban de los cabarets. Se escondía detrás de los sillones para ver a los músicos. No había mucho para hacer y los vinilos casi ni llegaban. Sus papás se mudaron de Catamarca a Comodoro en la búsqueda de una nueva vida. Como muchos, como casi todos. Pronto los trasladaron a una casa en Barrio Parque, Caleta Olivia. Cuando tenía 6 años su papá falleció y le pareció un doble desierto. No había mucho para hacer pero ahí encontró la respuesta, porque cuando algo no existe se crea. 
-Soy un obsesivo del legado cultural patagónico porque creo que no lo tenemos -dice Armos- ¿Qué sabemos musicalmente de hace 100 años atrás? Nada y no vamos a encontrar porque no hay registro. No tenemos nada de nada. Es vital que al artista le importe lo que hace, porque dentro de 200 años él va a ser referente a través de lo que quede. Para esto tenemos que hacer bien la tarea. Insisto mucho en la transmisión cultural. Es muy importante que los músicos se visiten en los shows. Primero, siempre encontraríamos los lugares llenos porque hay muchos artistas. Por el otro, el aprendizaje. Uno ve y aprende. Algo le va a sacar el heavy al folk, el hiphopero al blusero y viceversa. Algo va a salir.
-Así se construyen las escenas. 
-Pasa en otros lados y debería pasar en Patagonia. Necesitamos eso. Hoy tenemos muy buenos proyectos pero por ahí son muy solitarios o tienen mucho ego. Yo que compilo música, que voy detrás de la música, tengo que agrupar en un disco de 15 canciones, 15 sonidos diferentes de distintos polos ¿Cómo pueden ser tan diferentes? Tengo un amigo que vive en Nueva York. Resulta que él está en Long Island, fue a laburar en comedores y ese tipo de cosas. Ahí conoció al dueño de todo, un chabón hippie de los 70. Este tipo hacía tablas de surf. Hizo una la vendió, hizo dos, las vendió, puso una casa, vendió. Puso una fábrica, vendió. Se llenó de plata. Resulta que mi amigo lo conoció y le hizo escuchar las cosas que estuve haciendo recientemente, el disco “Aventón Simples 2018”. En principio decía: “Yo este sonido no lo escuché nunca. Traducime la letra”. No dice si está bueno o es malo, es distinto. Le parecía raro pero le gustaba. Yo siempre les cuento esto y les digo a los músicos que como sea, es una identificación. Es el sonido, es algo distinto. Tampoco nuestros músicos se parecen a los de Buenos Aires. Tienen otra búsqueda, otro decir. Indudablemente cada vez que abra la boca va a sonar el viento, va a sonar la mata local, la lluvia, la aridez, va a sonar el paisaje. Siempre lo escucho. El proyecto es largo y recién estamos empezando a hacer cosas. Muchos no vamos a ver esa evolución, cómo sigue dentro de 40 o 50 años. Mientras tanto la tarea es que el artista entienda que lo principal es la producción, es el dejar su huella digital, su paso por la vida.

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