Cuando era chica y jugaba, me concentraba tanto que no existía nada más. No tenía hambre, ni sueño y definitivamente, no me quería ir a dormir. Si creaba historias con muñequitos de papel buscaba técnicas nuevas para construir casitas. Y cuando no había cintex, con las hojas que mi papá no usaba más en el estudio, armaba tiritas que unía con pegamento. Me las arreglaba con lo que tuviera al alcance para hacer lo mejor.
A mis hermanos y a mí, mamá nos proponía desafíos implícitos como un rompecabezas con más piezas o resolver situaciones en juegos. Ella siempre dice: "Los chicos no se frustran, si algo no les sale, lo dejan para después". Cuando somos peques, no nos importa qué opinen de nosotros cuando nos equivocamos, la vergüenza y demás cosas de adultos vienen después.
Cuando amás lo que hacés las horas extras no existen e inclusive pasás tu tiempo libre pensando en cómo mejorar o seguir estudiando - pero aclaración: la pasión por lo que uno hace no debe ser excusa para que otros se aprovechen de eso- El trabajo también es amor propio. Cuando uno recién comienza con algo nunca sabe cómo hacerlo y es importante tener presente que no termina ahí. Siempre hay revancha y lo que no sale hoy, puede salir mañana.
Life is what happens to you while you're busy making other plans dice en sabio en Beautiful boy (Darling boy) y qué bueno que pasen mientras estás jugando ¡Feliz día a todos!