Emma Lusicich, valiente



Maquilladora, cantante, influencer, activista trans. Desde campañas nacionales a eventos de marcas internacionales. Hoy Emma nos cuenta su historia, su infancia en La Rioja, su paso por Comodoro, su llegada a Buenos Aires, su lucha, su camino hasta ser ella misma. Y lo hace para cambiar el mundo. 

En el antebrazo de Emma se lee muy claro: “Valiente”. Tiene pestañas infinitas y una sonrisa gigante. Le dicen seguido que se parece a la supermodelo Bella Hadid. Emma es maquilladora y trabajó para MAC, Dior y para eventos de Maybelline. También es Influencer, desde su cuenta de Instagram contribuye a la visibilidad trans. Protagonizó la campaña nacional Otoño/Invierno 2019 de la marca Ver Apasionadas junto a referentes de todo el país. Emma nació en La Rioja y después de la muerte de su madre, se mudó a Comodoro Rivadavia para estudiar Comunicación Social y encontrar libertad. Circunstancias externas -y extremas- la obligaron a volver a su origen y de ahí a Buenos Aires. Hoy Emma nos cuenta su historia y tiene tanto pero tanto para decir que casi ni preguntamos. Escuchamos. 

¿Cómo fue crecer en La Rioja?
Siempre, viviendo con mi madre, agarraba los maquillajes y me los ponía, de muy chiquita. Jugaba con sus zapatos de tacos. Mi vieja me limpiaba la cara y me llevaba a la Iglesia. Le preguntaban: “¿Por qué dejás que se maquille?”. Veía esas cosas y sabía que yo estaba mal frente a la sociedad. Mis papás se separaron como a los 6, 7 años, más o menos. Tuve un año que me costó recomponerme, psicológicamente es un daño muy grande para una criatura. Y a la vez, tener que pensar en qué me gustaban, si las nenas, si los nenes. Mis viejos nunca me lo preguntaron, no fueron muy abiertos conmigo. Todo eso llevó a que yo me reprimiera un montón y exageraba una masculinidad que no tenía y todo el mundo se daba cuenta. Siempre cuento mi punto de vista de cuando fui chico, viví como un chico hasta los 20 años. A los 19 años, sufrí con la muerte de mi vieja. Dije: “¿Qué hago a partir de ahora?” Porque mi vieja era todo. Toda la vida sufrí de bullying, de discriminación, de separarme del grupo, siempre estar sola, aislada. Hoy en día me pasa también con algunas personas. Hay una diferencia que se marca: no sos mujer, sos trans. Y en esa época era peor, más estando en provincia que la gente tiene la mentalidad súper cerrada, más con un tema religioso. La religión también llevó a que le cerraran las puertas un montón de personas de diferentes sexualidades. 
A los 19 años empecé a feminizar, a elegir mis prendas, dejarme el pelo largo. Fue ahí cuando me sentí atacada por mi familia, no sabía qué hacer. Por dentro, siempre supe que si decía lo que sentía, iba a ser atacada. Pasó todo un año en el que conocí a mi mentora que también estaba en transición, no era trans igual. Preferiría ser aceptado en la familia como hombre gay que como trans y yo sabía eso. Yo iba a su casa vestida de varón y el fin de semana nos montabamos como Drag Queens e íbamos a un boliche. Nos sentíamos mujeres. Eso fue afianzando mi personalidad y a partir de ahí empecé a tomar otras decisiones. Cuando pasó esto y me empecé a empoderar, porque me sentía femenina, bien conmigo mismo, linda y atractiva.




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